El origen de la producción de arpilleras en el Perú ha sido mitificado por las mismas artesanas y cada una, o el grupo al que pertenecen, tiene su propia versión. Como es sabido, el ser considerado como “iniciadores” de una determinada actividad artesanal, otorga prestigio y reconocimiento ante la sociedad.
Las versiones varían. Una de ellas señala que hacia 1979 se organizó, con apoyo de algunas promotoras alemanas, una exposición de arpilleras en el colegio Alexander Von Humboldt. Debido a problemas internos de organización, este primer grupo de arpilleristas se desintegró a principios de los 80. Algunas de estas “iniciadoras” conformaron nuevas agrupaciones y otras se integraron a talleres ya existentes por ese entonces. Lo cierto es que en la segunda mitad de la década del 70, un grupo de mujeres apremiadas económicamente, del Sector Ampliación Virgen del Buen Paso de Pamplona Alta (distrito de San Juan de Miraflores), la mayoría madres de familia y migrantes de las serranías, iniciaron esta labor.
Las arpilleras se denominaban en Pamplona Alta, en sus inicios, como “cuadros” y “telas de labor”. Luego, el término arpillera se introdujo en el vocabulario de las artesanas hasta popularizarse e implantarse definitivamente.
(Fuente: UNA APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LA ARPILLERÍA PERUANA DE SIRLEY RIOS ACUÑA
