LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES
Traducción por el autor del haylli "Huk Doctorkunaman Qayay" *
José María Arguedas 1966
Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos
han de cambiar la cabeza por otra mejor.
Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está
lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria,
como el de un toro grande al que se degüella; que por eso es impertinente
Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros; doctores que
se producen en nuestra misma tierra, que aquí engordan
o que se vuelven amarillos.
Que están hablando, pues; que estén cotorreando si es les gusta.
¿De qué están hechos mis sesos? ¿ De qué está hecha la
carne de mi corazón?
Los ríos corren bramando en la profundidad. El oro y la noche,
La plata y la noche termible forman las rocas, las
paredes de los abismos en que el río suena; de esa roca
están hechos mi mente, mi corazón, mis dedos.
¿Qué hay a la orilla de esos ríos que tu no conoces, doctor?
Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes.
Quinientos flores de papas distintas crecen en los balcones de los
de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que
la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas
quinientas flores son mis sesos, mi carne.
¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por qué ha desaparecido la sombra en todas partes, doctor?
Pon en marcha tu helicóptero y sube aquí, si puedes. Las plumas
de los cóndores, de los pequeños pájaros se han convertido
en arco iris y alumbran
Las cien flores de la quinua que sembré en las cumbres hierven
al sol en colores; en flor se han convertido la negra
ala del cóndor y de las aves pequeñas.
Es el medio día; estoy junto a las montañas sagradas; la gran
nieve con lampos amarillos, con machas rojizas, lanza
su luz a lo cielos
respiramos la tierra en que tus máquinas, tus
tus libros y tus flores cuentas, baja de la mía,
mejorada, amasada.
Que afilen cuchillos, que hagan tronar zurriagos; que
amasen barro para desfigurar nuestros rostros;
que todo eso hagan.
No tememos a la muerte; durante siglos hemos ahogado a la muerte
con nuestra sangre, la hemos hecho danzar en
en caminos conocidos y desconocidos.
Sabemos que pretenden desfigurar nuestros rostros con barro;
mostrarnos así , desfigurados, ante nuestros
hijos para que ellos nos maten.
No sabemos bien qué ha de suceder. Que camine la muerte hacia
nosotros; que vengan esos hombres a quienes no
conocemos. Los esperamos en guardia; somos
hijos del padre de todas las montañas. ¿Es
que ya no vale nada el mundo, hermanito, doctor?
No conteste que no vale. Más grande que mi fuerza en miles de
años aprendido; que los músculos de mi cuello
en miles de meses, en miles de años fortalecidos,
es la vida, la eterna vida mía, el mundo que no
descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma
como el tiempo, sin fin y sin principio.
* Poema que expresa el pensamiento arguediano de la cultura andina.